Pinchazos al
corazón, de lo más reales, de lo más dolorosos. La noche está tan fría como
podría estarlo. La música está tan alta como le está permitido, el cielo está
tan amoratado como debería estarlo, hoy, hoy mi lindo recuerdo. Las mañanas, me
arrastran a seguir, y seguir, es mi vida una escritura automática, una muerte
poco generosa, cobrando mis miserias, el sol se oculta y se oculta, y las nubes
se imponen y se imponen, jugamos entre el fuego de deseos ajenos, los caballos
nos llevan a la guerra, quiero decimos, quiero es la palabra de moda, y estos
pinchazos al corazón tan reales, como la lluvia que se desplaza entre este
teclado. Canta el poeta, y dice sus verdades de humos infantiles, tal vez habla
de los pitidos de las teteras oxidadas, del hollín de cocinas fantasmales, de
rezos temblorosos, de madera humedecida, de vidrios de una mugre cariñosa, de
pequeñas sonrisas animalmente contentas, y me dejan estas reminiscencias mudo,
tieso en el frío de esta noche. A qué jugamos al decirnos te quiero. Es muy
sencillo imaginar los hubiera, pero lo que no fue no iba a ser. Tenemos que
salir de aquí. Tenemos que ir a pelear a las cruzadas, a la guerra contra los
partos, usar nuestras ojotas, revivir a los ídolos del ayer, ser más cobrizos
que el cobre, los pequeños deleites de este mundo eléctrico, cables que vienen
y van, buscamos y buscamos estrellas fugaces a las que treparnos, y seguimos
aquí, entre el ritmo de despedida, la nostalgia rítmica de la vacilación, qué
queremos probar, demostrar, nuestros sueños ni siquiera podrían pintar las
paredes más modestas, y a pesar de eso
no los vivimos, ¿es la vida necesaria?, ¿es necesario el arrepentimiento?,
decimos no y no, y la canción terminará, como también lo hará la inspiración.
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